“Por justicia y supervivencia hoy empuñan los bastones. Son amigos de la paz... dispuestos a resistir, a defender nuestros derechos así nos toque morir por mi raza, por mi tierra” dice el coro del Himno de la Guardia Indígena.
En el contexto de Colombia, uno de los países más peligrosos del mundo para defensores y defensoras de derechos humanos, esta última frase deja de ser figurativa.
A la población urbana nos llega poca información sobre lo que sucede en los territorios rurales, y esto se acentúa cuando se trata de lugares alejados con poca comunicación, como lo es la Amazonía. Pocas personas saben que Camilo Suárez, líder indígena conocido como el Diputado de la Selva, murió de COVID esperando una ambulancia que nunca llegó. Pocas personas han oído a su hermana Patricia dándole un mensaje de aliento, esperanza y cuidado a las comunidades que lo apoyaban. Pocas personas saben que una persona indígena en la Amazonía tiene casi el doble de posibilidades de morir por este la COVID que cualquier persona en otro lugar del país.
Foto: cortesía OPIAC
La visibilización de la situación de precariedad histórica en estos territorios es una de las misiones que ha tenido la minga indígena desde sus comienzos. La movilización de Octubre, además de buscar reunirse con Duque, como le dijo Margarita Martínez, co-directora de Robatierra a la BBC, busca crear conciencia sobre la marginalización que están viviendo las comunidades indígenas, afro y campesinas en las zonas rurales del país. La minga indígena, que ha logrado convertirse en un movimiento nacional, aboga por la democracia, la paz y la igualdad. Es una lucha por la protección de las lideresas y líderes sociales que continúan siendo asesinados; por la implementación de los acuerdos de paz, cuyos compromisos siguen sin cumplirse; por la protección del territorio, vulnerado por proyectos extractivos; por el cuidado de las familias, quienes continúan muriendo por falta de acceso a servicios de salud y pobreza. La minga lucha por la supervivencia de los pueblos minoritarios, cuyas vidas continúan siendo vulneradas por dinámicas históricas de marginalización y olvido institucional.
La minga representa un mecanismo de defensa y manifestación, un posicionamiento ético contra dinámicas estructurales de violencia, desigualdad, discriminación y negligencia, abogando por un país donde se escuche, valore y proteja activamente la diversidad. La palabra “minga” en quechua, refiere a la reunión de distintos actores, saberes y herramientas bajo un fin común, enseñándonos el poder de la unión de pueblos, de la organización contundente y pacífica. Sinergias se une a este llamado y se compromete a seguir trabajando de la mano de los pueblos indígenas, luchando para que la educación, la salud y la vida digna no sean una discusión política, sino un derecho garantizado para toda la ciudadanía.
Foto: cortesía OPIAC
Ahora que la minga se ha iniciado su camino de retorno, debemos seguir trabajando en conjunto por los derechos de todas las personas. Desde las ciudades hay varias cosas que se pueden hacer. Podemos usar nuestro derecho al voto para elegir representantes que respeten la diversidad del país y no politicen los derechos fundamentales; podemos mantenernos informados e informadas sobre lo que pasa en la ruralidad del país para identificar formas de dar apoyo en situaciones de crisis; podemos donar a organizaciones que luchen por los derechos de las poblaciones marginalizadas, para que puedan continuar con su labor en los territorios más alejados; y también podemos participar de las movilizaciones en sus distintos formatos, siguiendo la bandera de paz, organización, interculturalidad y cooperación que la minga nos enseña.
Si quieres unirte y apoyarnos en la labor que hacemos con las comunidades indígenas por la salud y la vida la Amazonía colombiana puedes hacerlo aquí: sinergiasong.org/donar
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