La salud mental indígena está comprometida en el país. Sinergias elaboró un modelo explicativo para ilustrar los casos en los departamentos Chocó, Vaupés y Córdoba.
Según la Organización Mundial de la Salud la población indígena en América Latina y el Caribe es del 10% del total (55 millones de personas). Hoy en día son los que tienen menor acceso a los servicios de salud mental y en Colombia no hay excepción: los indígenas han venido afrontando problemas de salud mental como el consumo de sustancias psicoactivas y el suicidio.
Sinergias, en el marco de una consultoría del Ministerio de Salud, construyó una propuesta de intervención en grupos étnicos con conducta suicida que permitió conocer la profundidad de este problema en los tres departamentos.
En la investigación bibliográfica y en la consulta con las autoridades locales y tradicionales de las regiones, la organización encontró que los jóvenes y adultos mayores son los que tienen mayor prevalencia de conductas suicidas.
A nivel departamental las tres regiones revelan el sufrimiento social de los grupos étnicos, producto del desarrollo desigual, el contacto con occidente o el conflicto armado. Por ejemplo, en Córdoba la conducta suicida se encuentra en el pueblo Emberá (Tierralta) y se ha desencadenado por la desterritorialización que ha traído el desarrollo del proyecto hidroeléctrico Urrá; en Chocó se han presentado casos en los pueblos ette, wounaan y emberá chamí y todos han estado relacionados con efectos en los modos de vida que el conflicto armado ha permeado. Y en Vaupés las diferentes conductas suicidas se han relacionado con el contacto con occidente.
“Esta corresponde a una historia que puede ser leída en diferentes escalas con repercusiones en el modo de vida tradicional, el cual ha generado cuadros claramente definidos por la población como pérdida del sentido de la vida y de identificación como indígena”, afirma Pablo Montoya, director de Sinergias.
La organización planteó un modelo explicativo que revela la importancia de contextualizar cada acción de manera específica (debido a la variedad de comunidades, tradiciones y costumbres en pueblos étnicos). En efecto, en un país diverso cultural y étnicamente aparece el reto de reconocer el cuidado tradicional dentro de la salud occidental. Trabajar en el desarrollo conjunto de normas, guías y protocolos interculturales es necesario, especialmente a la hora de afrontar estas problemáticas.
“Los retos para la salud pública en un país como el nuestro exige el desarrollo de enfoques globales y locales, contextualizados a cada comunidad y problemática. No es imposible: países como Chile o Canadá lo han logrado. Debemos trabajar fuertemente para alcanzar un modelo intercultural de salud que nos lleve al desarrollo de todos y todas” agrega Montoya.
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